agosto 30, 2010

Chau celu.
Si, por segunda vez en el año, estoy sin celular.
Fuck.
Mi vieja no terminó de pagar este que ya me tiene que comprar otro.
Si, me lo afanaron. La re garrrrrrcha.
Te voy a extrañar Nokia 5130 :(
Tenía que actualizar.

En estos días No sé que me pasa.
Mi mamá está preocupada por mi, pq me ve Mal. Y bueh, no sé, estoy Aburrida de la vida.
Yyyyyy no hay ningún momento del día en el cual realmente la pase bien.
Y estoy acá con mi amigo Maurito (carita de pibe piola que haga asi) que dice que soy unA blogger fracasadA, pq tengo 4 visitas por día, pero que igual me quiere. Jajaja, que pajer.
Bueno, resumiendo, eso.

agosto 22, 2010

Resumo mi dìa:
Me fui de lo de Car, dsp de estar un rato con Daisy (la amè) y me vine para casa, comì, me dormì, vinieron los chicos (viqui, agus, taru) para sacarnos fotos flowers para el tp de salud -.- osea, si, maquillarnos, peinarnos, vestirnos (lo peor, me di cuenta de que desde hace dos años a ahora ENGRODÈ como la mejor, encima en las fotos me salio una cara de goooorda increìble). We, fue un estallo igual y las subimos, me puse a hacer los fotologs, nos firme a nosotros XD y ahora estoy acà con Taru y Viqui, que todavìa no se fueron.
Mi vieja esta ahì en la cocina con Mima, la mama de Viqui, y quiero que Laura le cuente a mi vieja como le fue hoy con los chicos por la adopciòn :D
Fin.
¡Què dìa!

agosto 19, 2010

El Destino-

Esa tarde en que te vi, tus ojos brillaban al verme felíz. Yo te amaba, vos me amabas a mi...
Pero el destino nos separó. Ahora estás tan lejos que ya ni se dónde estás; ese maldito destino que te hace tan infelíz; aquél que sabe con certeza tu vida entera, pero que te hace esperar demasiado para apreciarla... Pero yo no estaba hablando de él, estaba hablando de vos, de tu sonrisa, que por dentro crecía al verme llegar, aquella a la que extraño.
Pero nada pasó, nada entre nosotros pasó. Ni un rose. Sólo miradas, confusas miradas, hermosas miradas, terribles miradas. Pero sólo eran eso, sólo miradas. Las más hermosas, y confusas, y terribles, pero aquellas que en aquél momento me hicieron tan feliz. ¡Cómo desearía correr las agujas del reloj! ¡cómo desearía no haberte dejado ir!
Pero el destino es así. Completamente extraño, completamente inesperado, completamente... uno en ese momento ya ni sabe qué hacer, sería... ¿inapropiado ?, ¿apurado ?. Él manda las cosas cuando uno no está preparado o cuándo alguno de los dos no lo est. ¡Oh! maldito destino, ¿Por qué existís?

agosto 18, 2010

Little Dreams-

-¿Qué me pasa?
-Si vos no sabés...
-Con vos, ¿qué me pasa?
-Si es conmigo, yo soy la menos indicada para decirlo.
-A vos, ¿qué te pasa?
-Todo y nada.
-En ese todo, ¿se incluyen el odio y el amor?
-Si es todo es todo, por eso también es nada.
-Entonces, ¿no te pasa nada?
-O todo, como quieras llamarlo.
-¿Puedo elegir algo de ese todo?
-Si.
-El amor.
-Entonces puedo responder a tu pregunta: Me amás.
-Profundamente.
Tu amor no correspondido quiere batallas conmigo,
sólo porque no doy cariño, pensá!
Acaso el odio es tu mejor mecanismo de autodefensa?
Entonces hacete trenza y ponete en pose,
que esta noche te regalo una guerra de roces,
primer regla no decir te amo a lo que recién se conoce.

agosto 10, 2010

Un Hada, Un Cisne- Sui Generis.

Un hada se miraba
en el lago en la mañana...
sus lágrimas caían
y su imagen destruía.

Ella quería amar
a un cisne de agua y sal;
ella quería volar
junto al cisne hasta el mar.

Y el cisne la miraba;
y en el lago se besaban;
y ella con sus manos
entre sus alas jugaba.

Ella quería amar
a un cisne de agua y sal;
ella quería volar
junto al cisne hasta el mar

Pero un día el cisne volvió al mar;
se recostó en la playa a descansar;
y no pudo volver al hada blanca ver.
Dormido se quedó hasta el amanecer

Ella quería amar
a un cisne de agua y sal
y para ella el sol
nunca volvió a brillar

El lugar- Catupecu Machu.

A veces no sabes quién sos,
No sabes como te llamás.
Nadie te dijo cual es tu papel, adonde vas.
Entonces empezás a buscar.
No sabés donde lo hacés en los demás y no podés encontrarte ...
Y estás muy cerca.
En un lugar donde el tiempo no corre, donde nada se llama, donde simplemente sos...
Y digo: simplemente sos.
Este lugar está muy cerca tuyo, muy cerca tuyo.

Entonces por fin un día
Te diste cuenta
Que siempre estuviste ahí,
Que solo tenías que buscar
Adentro tuyo,
Que estabas muy cerca.

En un lugar donde el tiempo
No corre, donde nada se llama,
Donde simplemente sos.
Y digo: simplemente sos!
Y digo: simplemente sos!
Y este lugar está muy
Dentro tuyo, muy dentro tuyo.

No estás solo- Catupecu Machu.

Hasta que no saltes y corras y algo estalle desde adentro
No vas a poder decir... hasta acá yo llegue hoy
Y si, algunas cosas que pasan, deberían y no son perfectas
Parece que esto acá siempre va a ser así

Adentro tuyo tenés un montón de cosas
Tantas que sentís que vas a explotar, vas a estallar
Etán allá adentro, quieren salir, quieren vivir
Y no pueden ver el camino

Si estás sentado en esa silla, en el suelo, en la pared
Y también en ese techo y te estás sintiendo tan solo, tan solo
Que cuando mirás al costado... y lo mirás y pensás...
¿¿Es que acaso no siente?? ¡Parecería que está muerto!

Pero si por un segundo, sólo un segundo
Nos pudiéramos tocar por dentro
Verías que... verías que no estás solo... no estás solo...
No estamos solos... No estamos solos...
Hasta que no saltes y corras y algo estalle desde adentro
no vas a poder decir... hasta acá yo llegue hoy

Especialmente dedicado a Memisus.

Dias y Flores- Silvio Rodriguez.


Si me levanto temprano,
fresco y curado,
claro y feliz,
y te digo: «voy al bosque
para aliviarme de ti»,
sabe que dentro tengo un tesoro
que me llega a la raíz.

Si luego vuelvo cargado
con muchas flores
(mucho color)
y te las pongo en la risa,
en la ternura, en la voz,
es que he mojado en flor mi camisa
para teñir su sudor.

Pero si un día me demoro, no te impacientes,
yo volveré más tarde.
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día:
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba —la rabia de muerte—,
la rabia imperio asesino de niños,
la rabia se me ha podrido el cariño,
la rabia madre por dios tengo frío,
la rabia es mío —eso es mío, sólo mío—,
la rabia bebo pero no me mojo,
la rabia miedo a perder el manojo,
la rabia hijo zapato de tierra,
la rabia dame o te hago la guerra,
la rabia todo tiene su momento,
la rabia el grito se lo lleva el viento,
la rabia el oro sobre la conciencia,
la rabia —coño— paciencia paciencia.

La rabia es mi vocación.

Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor.

TE AMO SILVIO ♥

Refugio- Catupecu Machu.

Algún refugio habrá para ocultarme de esta feroz
tormenta de preguntas, de respuestas
no se a quien preguntar o si tal vez callar
o viejos sitios visitar o mantenerme quieto
cerrar los ojos y llegar a ver el manto cubriéndote
te vi, me vi
y fuimos juntos contemplando el silencio
buscando una y cientos de veces entre el río y el mismísimo mar
y fueron las lluvias, su agua y sus vientos
viajando, jugueteando, erosionando
y hoy somos rocas y mañana arenas
bañados por las aguas de este mismísimo mar
de miedos no quiero volver atrás
quiero encontrar las fotos y el tiempo
sobre veces pasadas, recientes, lejanas
en tiempos de furia y de calma
soy lo que me espera allá, espérame allá
hoy mi deseo es poder desear
que estés bien donde quiera que estés
que estés bien

C A T U P E Q U E R A A MORIR!

A chi- Fausto Leali.

¿A quién...
sonreiré si no a ti?
¿A quién?
si tú, si tú ya no estás más aquí.
Ahora todo se ha terminado,
se ha terminado entre nosotros.

Pero quizás algo de mi vida
se ha quedado en tus ojos.

(ESTRIBILLO)
¿A quién
le hablaré, si no a ti?
¿A quién
le contaré todos mis sueños?
Lo sabes.
Me has hecho daño
dejándome tan solo,
pero no importa,
te esperaré.

(ESTRIBILLO)


Aaaaaaa aaaaaa chiiiiiiiiii iiiiii me vicié.

agosto 09, 2010


Alessio Boni alias Matteo Carati, TE AMO. No podés estar más fuerte.
Sabé que me hiciste llorar muchísimo.

agosto 05, 2010


Sé que la entrada anterior es muy larga. Pero estaría buenísimo que le lean. Osea, son las partes que más me gustan de Mal de Amores, de Angeles Mastretta. Es buenísimo ese libro. Si no quieren saber el final, lean el libro :)

agosto 03, 2010

Mal de amores.

El último domingo de aquel febrero, cada uno de los juegos tuvo el cuidado de un rito. El cambio de piedras duró menos tiempo que otras veces, porque Emilia no tuvo que exhibir una por una todas las ganancias de su colección para ver si con alguna convencía a Daniel de que le cambiara una piedra negra, brillante y tersa como la seda, a la que él llamaba su amuleto y que llevaba consigo a todas partes. La ponía bajo su almohada antes de dormirse y era lo primero que tocaba al despertar. La habían encontrado juntos una seca mañana de invierno que Milagros los llevó a caminar junto a las aguas del río Atoyac. Emilia la había visto brillar entre las otras y había perdido el tiempo en señalarla mientras Daniel seguía su dedo con los ojos y se agachaba para ganársela.
-¡Es mía!-gritaron los dos al mismo tiempo, pero estaba en la mano de Daniel y ahí se quedó por varios meses de intercambios durante los cuales Emilia pasó de condescencia al chantaje sin lograr jamás nada.
-Abre la mano-dijo Daniel al empezar el intercambio de aquel domingo.
Emilia extendió su mano y sintió caer la piedra en el cuenco de su palma. El amuleto de Daniel brilló un segundo bajo el sol que palidecía.
-¿Estás seguro?-preguntó Emilia como si apretara un brillante entre sus dedos.
-Vamos al estanque-le contestó Daniel, al que desde niño le costaba trabajo exhibir su generosidad.

Emilia volvió al escenario y dio las gracias con unas caravanas largas y una sonrisa quieta.
-Tienes ojos de feria-le dijo Daniel cuando la tuvo cerca otra vez.
-¡Cuándo llegaste?-preguntó Emilia.
-No me había ido-contestó Daniel y se pasó los dedos de una mano por la frente y la cabeza.

-Llorona de azul celeste-le dijo Daniel repitiendo la canción que acompañaba su diálogo.
-Estúpido-le contestó Emilia mientras se levantaba de golpe.
-Llorona y majadera-canturreó Daniel yendo tras ella.
Emilia saltó por la ventana hacia el jardín. Él la siguió como antes.
-¿Ya no le tienes miedo a los fantasmas?-le preguntó al dar con ella en la penumbra de la huerta.
-Menos del que ahora me sacas tú-contestó Emilia dándole la espalda, pero sin moverse de junto a él.
-¿Me tienes miedo?-le preguntó apoyando los brazos sobre sus hombros.
-Sí-dijo Emilia hurgando en la oscuridad y sin voluntad a verlo, pero asida como algo muy prendido a los brazos que descansaban en ella.
-Volví para verte-se dejó decir Daniel.

-No salves a nadie que no se lo merezca-pidió Emilia hundiendo su cabeza bajo la solapa.
-¿Perdiste mi piedra?-preguntó Daniel.
-Está bajo mi almohada-contestó Emilia peinándole con los dedos el mechón que siempre caía sobre su frente.

¿Dónde estuviste?-preguntó ella recorriéndole la espalda con los dedos.
-Aquí-dijo Daniel poniéndole un dedo entre los dientes. Ella lo apretó como un sello de fuego contra su lengua y cerró los ojos para que nada la distrajera de ese hallazgo.

Daniel se despidió para salir con Milagros, pero pasada la medianoche volvió a la Casa de la Estrella. Abrió el portón con una llave que le prestó su tía. Sin hacer ruido subió las escaleras, cruzó la estancia y empujó despacio la puerta del cuarto en que dormía Emilia.
-Cásate conmigo-le dijo desnudándose para entrar en su cama.
-¿Cuántas veces?-le contestó Emilia sacándose el camisón por la cabeza.
-Muchas-pidió Daniel mientras ella lo guiaba hacia su cuerpo en la oscuridad.

Llamado a gritos por unas voces que se alejaban, Daniel soltó su nuca, dejó sus labios, se libró de la mano que hurgaba bajo su ropa.
-Me tengo que ir-murmuró.
-Siempre-dijo Emilia dándole la espalda.
Antes de subirse al caballo, Daniel prometió que la buscaría en la noche.
-Te odio-dijo Emilia.
-Mentirosa-contestó él.

-Egoísta-dijo Daniel en cuanto se quedaron solos.
-Soberbio-le contestó Emilia.
-Insensible-dijo Daniel.
-Mártir-contestó Emilia.
Lo que siguió fue una pelea de animales desesperados, en la que se insultaron y mordieron, mientras se prometían olvido, distancia y odio eterno.
-Muérete-dijo Emilia librándose de la trabazón y los empujones a que habían llegado. Tenía un rasguño en la frente, encendidas las mejillas, abiertos los botones de la blusa.
-Sin ti-contestó Daniel deteniéndose a mirarla por primera vez desde que inició la pelea. Por su padre que estaba más bonita que nunca-. Eres una salvaje-dijo agachándose para levantar su pantalón en busca del dolor que le producía una patada en la espinilla.

-Tanto te gusta ir a buscarla que acabarás encontrándola-le dijo Emilia.
-¿A quién?-preguntó Daniel.
-No me hagas nombrarla-pidió abrazándolo para espantarse el horror a la muerte con que se despidieron.

-¿Qué buscas que no encuentras aquí?-preguntó poniéndose una mano encima del mechón oscuro que tantas luces guardaba.
-No sé-dijo Daniel entrando por fin al agua tersa en que ella se adormilaba. Tenía ganas de medirle la cintura con las dos manos, de meter la lengua en su ombligo, en el centro de su vientre plano. Pero antes le buscó la boca con la boca y dentro de la lengua imaginativa y memoriosa que ella tenía siempre en alianza con sus ojos.
-Hace mucho que no te regalo una piedra-dijo él después, separándose de su boca.
Emilia sintió un escalofrió de oro rozándole los dientes, metió la lengua en un círculo de aire y apretó los labios. Dos lágrimas como enigmas le corrieron por la cara limpia. Daniel le había puesto en la boca el anillo que compró en la mañana.
-No llores que me enervas-dijo-. ¿Te quieres casar conmigo?

-Estás borracho-dijo Emilia, nerviosa y arrebatada.
-Todos estamos borrachos. Este lío no es sino una borrachera. De poder. De sangre. De altruismo trasnochado. De alcohol en el mejor de los casos. Pero todos andamos borrachos todo el tiempo. Tú, por ejemplo: ¿qué tienes que andar buscando la muerte entre los moribundos? ¿Qué buscas metiéndoles las manos en la boca a los enfermos de peste?
-¿Cómo sabes que lo hice?
-Porque me voy, pero no te dejo-contestó Daniel-. Todo lo sé de ti. Desde cómo te brilla la entrepierna hasta la estupidez con la que haces filantropía.

Emilia buscó el oído de Daniel y le dijo:
-De todos los riesgos que he corrido por usted, el único que no hubiera corrido nunca es el de no haberlos corrido.

-Te estás perdiendo una colección de conocimientos-dijo Hogan.
-Pero estoy haciéndome de otra-contestó Emilia, abriéndole una sonrisa de ángel.
-¿Te hace promesas?-preguntó Hogan deslumbrado con la luz de su cara.
-Es una promesa-contestó Emilia.
-¿De qué?-preguntó Hogan.
-De presente-dijo Emilia al besarlo para despedirse.

-Daniel, ¿qué voy a hacer contigo?-dijo Emilia preguntándose más que preguntándole, con el recuerdo de su vocación y del hombre con quien la compartía, como una repentida y larga herida para la que Daniel no sólo no tenía cura, sino que ni siquiera notaba.
-Cásate conmigo-le pidió Daniel agachándose a mordisquear la punta de su oreja.
Emilia meneó la cabeza para esquivar el coqueteo.
-Ya me casé contigo-dijo.
-Pero me engañas con el médico-le reprochó Daniel.
-No entiendes nada-contestó Emilia.
-Con lo que entiendo, tengo.
-Tú eres el que se va-dijo Emilia.
-Se va mi cuerpo. Mi mente sigue siempre contigo.

-Este hombre es más tu tipo-le dijo Helen un atardecer de confidencias, tras elogiar el modo en que a su amiga le brillaban la piel y las pupilas cuando lo tenía cerca.
-No cuando necesito estar en paz-le dijo Emilia.
-¿Para qué quieres la paz, si tienes la dicha?
-Eso pienso ahora, pero no siempe es ahora-contestó Emilia evocando su vida con Antonio como quien evoca un paraíso perdido.

Nadie supo nunca cuántas veces volvió Daniel. La casa que Milagros dejó para sus andanzas frente a la plazuela de La Pajarita fue el albergue anónimo en que él y Emilia encontraron treguas para su interminable guerra. Ahí se veían a veces una tarde y a veces a media mañana, ahí aclaraban su tormenta, sus imposibles, su acuerdo, sus recuerdos.
Una vez, presos del azar, se encontraron en el panteón de San Fernando. Otra, Emilia fue a buscarlo embarazada y risueña, con su eterno gesto de pájaro alerta.
-Pareces una Matrioska-dijo Daniel-.¿Será que si uno te abre, adentro encuentra otra y otra y otra?
¿Cuántas Emilias iban por la vida viviéndole como si les urgiera devorarla? Daniel estaba seguro que nunca las conocería a todas. Algunas, incluso, prefería no imaginarlas.
-¿Este hijo es mío?-preguntó.
-Aquí todos los hijos son del doctor Zabalza.
¿Cuántas Emilias? La Emilia que todos los días despertaba en la misma cama junto a un hombre más entendido que él, la que se hundía en los terrores de un hospital como quien bebe un vaso de leche, la que desde temprano se perdía en elucubraciones sobre el cerebro y sus enigmáticas respuestas, la Emilia que iluminaba la rutina de otros.
-¿Octavio es hijo mío?
-Ya te dije. Los hijos son de Zavalza.
-Pero a Octavio le gusta la música.
-A los tres les gusta la música.
Todas eran Emilias que le robaban a la suya. A la Emilia encendida sólo para él, a la que nunca se cansó de aventurarse en el universo inasible de su corazón.
-Cásate conmigo.
-Ya me casé contigo.
-Pero me engañas con el médico.
-No entiendes nada.
-Entiendo que me engañas con el méidoc.
¿Cuántas Emilias? La de Zavalza, la de sus hijos, la de la piedra bajo la almohada, la del árbol, la del tren, la médica, la boticaria, la viajera, la suya. ¿Cuántas Emilias? Mil y ninguna, mil y la suya.

En 1963 la llave de la casa de Milagros seguía siendo la misma. Daniel había vuelto a usarla colgando de su cuello. Se ponía el osl contra los volcanes hospitalarios e impredecibles, cuando Emilia entró a la sala con sus deseos intactos, pese al montón de años que llevaba cargándolos. Daniel había abierto el balcón y miraba hacia la calle.
-¿Es mi nieta la niña que te trajo hasta la puerta?
-Ya sabes, aquí todos los hijos y todos los nietos son del doctor Zavalza-contestó Emilia.
-Pero ésta se quita el pelo de la cara con un gesto que era mío.
-¿A qué hora llegaste?-le preguntó Emilia besándolo como cuando todo era terso en sus bocas. Un hueco invariable latió bajo su pecho.
-Nunca me voy-dijo Daniel acariciando su cabeza con olor a misterios.